martes, 23 de abril de 2019

DELIBES: "CINCO HORAS CON MARIO"


Cinco horas con Mario (1966) marca una nueva etapa en la narrativa de Delibes; 
de un lado muestra su dominio de las modernas técnicas de novelar; del otro, 
evidencia un sentido crítico más profundo y mayor compromiso con la realidad 
social del momento. La obra aparece estructurada en tres partes: acaba de 
morir Mario, catedrático de Instituto, de mediana edad; la esquela recoge los 
datos circunstanciales; asistimos al duelo, las visitas y los pésames. 
La parte central -a la que pertenece el fragmento- corresponde a las cinco horas 
en las que la viuda (Carmen) vela el cadáver, al tiempo que rememora 
-mediante un largo soliloquio- los años pasados en común, dejando entrever 
la profunda diferencia ideológica y humana que existía entre ambos.


Pero tú les das demasiadas alas a los niños, Mario, y con los niños hay que ser
 inflexibles, que aunque de momento les duela, a la larga lo agradecen. Mira Mario, 
veintidós años y todo el día de Dios leyendo o pensando, y leer y pensar es malo, 
cariño, convéncete, y sus amigos ídem de lienzo, que me dan miedo, la verdad. 
No nos engañemos, Mario, pero la mayor parte de los chicos son hoy medio 
rojos, que yo no sé lo que les pasa, tienen la cabeza loca, llena de ideas 
estrambóticas sobre la libertad y el diálogo y esas cosas de que hablan ellos. 
¡Dios mío, hace unos años, acuérdate! Ahora no le hables a un muchacho de
 la guerra, Mario, y ya sé que la guerra es horrible, cariño, pero el fin y al cabo 
es oficio de valientes, que de los españoles dirán que hemos sido guerreros, 
pero no nos ha ido tan mal me parece a mí, que no hay país en el mundo 
que nos llegue a los talones, y le oyes a papá, “máquinas, no; pero valores 
espirituales y decencia para exportar”. Y tocante a valores religiosos, tres 
cuartos de lo mismo, Mario, que somos los más católicos del mundo y los 
más buenos, que hasta el Papa lo dijo, mira en otros lados, divorcios y 
adulterios, que no conocen la vergüenza ni por el forro. Aquí, gracias 
a Dios, de eso, fuera de cuatro pelanduscas, nada, tú lo sabes, mírame 
a mí, es que ni se me pasa por la imaginación, ¿eh?, no hace falta que te 
lo diga, porque ocasiones, ya ves Eliseo San Juan, qué persecución la de 
este hombre, “qué buena estás, qué buena estás, cada día estás más buena”, 
es una cosa mala, pero él lo dice por decir, a ver, de sobras sabe que 
pierde el tiempo, a buena parte va, ¡menuda! Y Eliseo no está nada mal, 
mira Valen, “como animal no tiene desperdicio”, que es un tipazo, ya ves 
qué cosas, pero yo ni caso, como si no fuese conmigo, ni por Eliseo ni por 
San Eliseo, te lo juro. “Los principios son los principios”.

En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. 
Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias 
locas y perniciosas que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, 
porque la raíz de todos los males es la avaricia, y por eso mismo me será muy 
difícil perdonarte, cariño, por mil años que viva, el que me quitases el capricho 
de un coche. Comprendo que a poco de casarnos eso era un lujo, pero hoy un 
Seiscientos lo tiene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, 
que a la vista está. Nunca lo entenderás, pero a una mujer, no sé como decirte, 
le humilla que todas sus amigas vayan en coche y ella a patita, que, te digo 
mi verdad, pero cada vez que Esther o Valentina o el mismo Crescente, el 
ultramarinero, me hablaban de su excursión del domingo me enfermaba, palabra. 
Aunque me esté mal decirlo, tú has tenido la suerte de dar con una mujer de su casa, 
una mujer que de dos saca cuatro y te has dejado querer, Mario, que  así qué 
cómodo, que te crees que con un broche de dos reales o un detallito por mi santo 
ya está cumplido, y ni hablar, borrico, que me he hartado de decirte que no vivías 
en el mundo pero tú, que si quieres. Y eso, ¿sabes lo que es, Mario?  Egoísmo puro, 
para que te enteres, que ya sé que un catedrático de Instituto no es un millonario, 
ojalá, pero hay otras cosas, creo yo, que hoy en día nadie se conforma con un 
empleo. Ya, vas a decirme que tú tenías tus libros y “El Correo”, pero si yo te digo 
que tus libros y tu periodicucho no nos han dado más que disgustos, a ver si miento, 
no me vengas ahora, hijo, líos con la censura, líos con la gente y, en sustancia, 
dos pesetas.    Y no es que me pille de sorpresa, Mario, porque lo que yo digo, 
¿ quién iba a leer esas cosas tristes de gentes muertas de hambre que se revuelcan 
en el barro como puercos?. Vamos a ver, tú piensa con la cabeza, ¿quién iba a leer 
ese rollo de “El Castillo de Arena” donde no hablas más que de filosofías? 
Tú mucho con que si la tesis y el impacto y todas esas historias, pero 
¿quieres decirme con qué se come eso? A la gente le importan un comino 
las tesis y los impactos, créeme, que a ti, querido, te echaron a perder los 
de la tertulia, el Aróstegui y el Moyano, ese de las barbas, que son unos inadaptados.

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