Uno de los recreos solitarios de don Fermín de Pas consistía en subir a las alturas. Era
montañés, y por instinto buscaba las cumbres de los montes y los campanarios de las iglesias.
En todos los países que había visitado había subido a la montaña más alta, y si no las había, a
la más soberbia torre.
No se daba por enterado de cosa que no viese a vista de pájaro,
abarcándola por completo y desde arriba. Cuando iba a las aldeas acompañando al Obispo en
su visita, siempre había de emprender, a pie o a caballo, como se pudiera, una excursión a lo
más empingorotado. En la provincia, cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes
montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y elevados ascendía el
Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto más subía
más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y
aliento de fragua a los pulmones. Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas.
Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos
como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un
milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar
las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba
siempre que podía. Entonces sí que en sus mejillas había fuego y en sus ojos dardos. En
Vetusta no podía saciar esta pasión; tenía que contentarse con subir algunas veces a la torre
de la catedral. […] El Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba lentamente sus
miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los techos,
aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con
poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos. No miraba a los campos, no
contemplaba la lontananza de montes y nubes; sus miradas no salían de la ciudad.
Vetusta era su pasión y su presa. Mientras los demás le tenían por sabio teólogo, filósofo y
jurisconsulto, él estimaba sobre todas su ciencia de Vetusta. La conocía palmo a palmo, por
dentro y por fuera, por el alma y por el cuerpo, había escudriñado los rincones de las
conciencias y los rincones de las casas. Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era
gula; hacía su anatomía, no como el fisiólogo que sólo quiere estudiar, sino como el
gastrónomo que busca los bocados apetitosos; no aplicaba el escalpelo sino el trinchante.
ACTIVIDADES
1.- ¿Cuál era uno de los placeres de don Fermín de Pas?
2.- ¿Cómo eran los montes de la provincia de Vetusta?
3.- ¿Tiene algún valor simbólico el deseo de don Fermín de verlo todo desde las alturas?
4.- Relaciona y explica las expresiones siguientes:
levantando con la imaginación los techos
había escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las casas
5.- Explica el siguiente símil:
como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos
6.- ¿Qué nos quiere decir con esta frase?:
Vetusta era su pasión y su presa
7.- Explica el contraste entre las palabras fisiólogo/gastrónomo y escalpelo/trinchante.
8- Relaciona la palabra gula con gastrónomo y trinchante.
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